Todos los corredores tenemos nuestros días
Días en los que estás a tope. Te sientes fuerte. Imparable.
Y días en los que no.
Días en los que nada encaja, el cuerpo no responde y te preguntas:
“¿Qué me pasa?”
Hay días en los que todo fluye.
El ritmo sale solo, las piernas obedecen, la zancada es limpia, casi automática.
Y entonces te acuerdas de por qué corres.
Pero luego están los otros.
Los días que pesan.
Que arrancas como si tuvieras una mochila llena de piedras.
Que parece que hasta el alma te pesa.
Y piensas: ¿Qué ha pasado?
Pues todo. Y nada.
Porque no estás roto.
No estás peor.
Estás en proceso.
Estás entrenando para ser mejor.
Y el progreso, amigo… no es lineal.
Pretender que cada entrenamiento sea perfecto es como esperar que todos los días en el trabajo sean los más productivos del mes.
A veces hay entrenamientos que no brillan, pero suman. Y mucho.
A veces hay días grises que sostienen tus marcas futuras.
Y momentos gloriosos que duran poco… pero empujan.
Lo importante no es si hoy volaste o si mañana te arrastras.
Lo importante es que no pares.
Que sigas entrenando aunque no te apetezca.
Porque si solo corres los días buenos, vas a correr mucho menos de lo que crees.
Confía en el proceso.
Y si ves que necesitas un cable, escríbeme a hola@correr.run y vemos cómo puedo ayudarte.
Que pases un gran día
Mariano
PD: Este tipo de días son más comunes de lo que parece. Si quieres que te cuente cómo los gestiono yo (sin dejar que me saboteen), escríbeme y te lo cuento.
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