Ayer no entrenaste.
Te sentías cansado. O surgió algo.
O simplemente… el sofá te atrapó y no supiste decir que NO.
Y hoy, claro, te calzas las zapatillas con la furia del que “tiene que compensar”.
Así que decides hacer lo de ayer + lo de hoy + un poquito más, por si acaso.
Acabas reventado. Fundido
Pero oye, con la conciencia tranquila.
¿Te suena?
Bienvenido al club.
Esto tiene nombre: entrenar por remordimiento.
Esa sesión improvisada donde da igual si tiene sentido, si estás descansado o si hoy tocaba trote suave.
Lo único que manda es la culpa.
Y en tu cabeza parece espectacular, claro.
Pero tu cuerpo no piensa lo mismo.
Tu cuerpo solo sabe que hoy le has metido tres sesiones en una…
y que mañana probablemente no vas a levantar cabeza.
Porque el cuerpo no entiende de culpa.
No sabe que ayer no saliste.
No le importa que te sientas mal.
Solo entiende de:
· ¿Qué me estás metiendo hoy?
· ¿Cómo lo voy a recuperar?
Y si lo que le das hoy no encaja con el plan,
lo más probable es que acabes más lejos de tu objetivo, no más cerca.
Saltarte un entreno no es grave.
Grave es querer arreglarlo a base de reventarte, cuando lo que necesitabas era resetear.
El cuerpo no se adapta al castigo.
Se adapta al estímulo bien medido. Y al descanso.
Una cosa te digo con cariño (y con experiencia de haberla liado varias veces):
mejor salta un día… que saltes tres por lesión.
¿Te lo saltaste? Bien.
A lo hecho, pecho.
Mira lo que toca hoy. Y haz eso. Solo eso.
Porque el progreso es constante.
Y no se lleva nada bien con el orgullo.
Que pases un gran día
Mariano
PD: Correr por culpa suena bien. Pero muchas veces es solo ruido disfrazado de disciplina. Y el cuerpo, amigo… se traga el castigo, pero te lo cobra con intereses.
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