Días grises, piernas pesadas y cero ganas

Hay una verdad que no se cuenta mucho, pero que está en el corazón de todo progreso.

Mejorar duele.

Crecer incómoda.

Y correr bien… también pasa por días de mierda.

Sí, de esos que no salen.

Donde parece que todo va en contra.

Donde te preguntas por qué narices haces esto.

Y lo peor no es tener esos días.

Lo peor es pensar que no deberían pasar.


Como si el camino tuviera que ser siempre lineal, bonito y perfecto.

Pero no lo es.

Y no pasa nada.

No estás roto.

No estás haciendo nada mal.

Solo estás atravesando el tramo que nadie enseña en Instagram

Ese tramo donde no hay fotos, ni cronos, ni likes.

Solo tú, tu cabeza… y el esfuerzo silencioso.

Nos han vendido que la comodidad es felicidad.

Que si algo cuesta, “igual no es para ti”.

Y eso no es verdad.

La comodidad no te hace feliz.

Solo te deja quieto.

Y tú no empezaste a correr para quedarte quieto, ¿verdad?

Todo lo que merece la pena está al otro lado de lo difícil.

Y para llegar ahí, hay que pasar por momentos que rascan, que pesan.

Momentos en los que no mejoras en apariencia…

pero por dentro estás plantando algo que luego explota.

¿Quieres correr mejor?

¿Prepararte un maratón?

¿Volver a sentirte fuerte?

Toca cruzar por esa parte.

Sí, habrá días en los que te preguntes “para qué”.

Días en los que no salga ni el rodaje suave.

Días en los que parezcas otra persona.

Pero incluso en esos días estás construyendo.

Sobre todo en esos días.

Porque el progreso real no se siente como una épica.

Se siente como duda, esfuerzo, cansancio y repetición.

Y luego un día…
sin que lo esperes…
rompes una barrera que creías imposible.

Y entiendes que esos días malos eran parte del precio.


Pero también parte de la recompensa.

Así que no huyas de ellos.
No los disimules.
No creas que eres menos por tenerlos.

Abrázalos.

Ahí es donde te estás haciendo más fuerte.

Y tú, querido corredor…

¿Cuál fue tu último “día de mierda”?

¿Qué aprendiste de él?

Escríbeme si te apetece compartirlo: hola@correr.run

Que pases un gran día
Mariano

PD: No es dolor. Es miedo. Y cuanto más cruzas esa línea, menos poder tiene sobre ti.

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