A veces hablamos de correr como si fueran solo entrenamientos, carreras, marcas personales…
Pero tú y yo sabemos que hay algo más.
Correr se mete en la cabeza.
En cómo ves el mundo.
En cómo encaras el día.
Te enseña disciplina. Porque sales incluso cuando no apetece.
Te enseña paciencia. Porque sabes que las cosas no cambian en dos días.
Y sin darte cuenta… te cambia.
Te ordena.
Te vacía.
Te sacude.
Y con suerte, te deja mejor que antes.
Te despeja.
Te sube el ánimo.
Te recuerda que eres capaz de más de lo que pensabas.
Lo que antes era duda, se convierte en decisión.
Lo que antes era pereza, ahora es constancia.
Lo que antes era dolor, ahora es fuerza.
Correr no es solo lo que haces.
Es parte de lo que eres.
No va solo de sumar kilómetros o perseguir marcas.
Va de vivir más despierto.
De moverte para entenderte.
De ser tú, sin filtro ni ruido.
Y eso… no lo dan ni los relojes, ni las zapatillas, ni las gráficas del entrenamiento.
Eso lo dan los días normales.
Los que no tienen nada especial.
Pero aun así sales.
Y vuelves distinto.
Así que si alguna vez te preguntas por qué sigues corriendo,
cuando estás cansado, cuando no hay dorsal cerca,
cuando parece que no hay un motivo claro…
Tal vez esa es la razón.
Que pases un gran día
Mariano
PD: Hay días que si no salgo a correr, me falta algo. Es lo que me arregla un poco el día. Y cuando no lo hago… todo se me hace cuesta arriba. ¿Te pasa también?
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